Si no te querés meter en un lío, no leas este posteo. El que avisa no traiciona.
Si alguna vez pensaste que ser cristiano es un juego, donde nada se te exige y todos ganan. O si creíste que La Biblia es un libro más que puedes tomarlo a la ligera. O si alguna vez pasó por tu cabeza que el Dios de La Biblia es un dios bobo que perdona todo, te informo y confirmo que estas absolutamente equivocado.
En todo caso, si así fuera, no estás solo, porque es lamentable verificar que la gran mayoría de los que se «auto perciben» o «auto consideran» cristianos, tienen muy poca idea de lo que ello significa.
Con todo respeto, muchos de ellos, nacieron en un garaje y se creen que son un auto.
Pero no eres el único responsable de esta situación, porque hasta ahora, te han vendido espejitos de colores…y vos los compraste, te lo siguen ofreciendo y vos los seguís comprando, estas cómodo porque nadie te exige nada, solo te proponen cumplir liturgias vacías y sin sentido que vos cumplís… por las dudas.
Y para colmo, cuando te preguntan por qué eres cristiano, no tenés la menor idea que responder.
Si estás pensando que soy provocador con mi comentario, estás en lo cierto, pero no lo hago de malo, sucede que no se me ocurre otra manera de hacerlo.
Jesucristo, no es tan sutil como lo soy yo, cuando afirma en Mateo 7:21-23:
«No todo el que me llama: ¡Señor, Señor! entrará en el reino del cielo. Solo entrarán aquellos que verdaderamente hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. El día del juicio, muchos me dirán: ¡Señor, Señor! profetizamos en tu nombre, expulsamos demonios en tu nombre e hicimos muchos milagros en tu nombre. Pero yo les responderé: Nunca los conocí, aléjense de mí, ustedes que violan las leyes de Dios».
¿Cuál será tu justificación el día del juicio final?
Te doy una mano: Podrías argumentar… soy cristiano, porque soy devoto, piadoso y fervoroso practicante, voy todos los domingos a la iglesia, ayudo a los pobres, rezo el padre nuestro infinidad de veces por día…y arrodillado, y de vez en cuando me camino algunos kilómetros para visitar algún santuario.
O podrías afirmar: Soy fiel en mi matrimonio, soy honesto, nunca robé, doy el diezmo de todos mis bienes, le prendo una vela a cada santo en su día, leo La Biblia, cumplo los 10 mandamientos.
O quizás te parece que debes estar automáticamente aceptado por Dios, por el hecho de que estás recluso, o reclusa, hace años en algún monasterio, o porque eres un exitoso predicador, o porque eres un cura o un pastor que sana de sus enfermedades a «casi todos» los que asisten a tu iglesia, o lo que se te ocurra.
Ahora bien… ¿Qué tal si cuando llegue tu turno, porque todo llega, te presentes ante Dios con tu «currículum vitae” y Dios te diga…aléjate de mí, no te conozco?
Porque según leímos «Solo entrarán en los cielos los que hagan la voluntad de mi Padre que está en el cielo”
Y yo te pregunto: ¿Cómo vas a saber la voluntad del Dios que dices adorar si nunca te ocupaste de averiguarlo?
Probablemente tienes una Biblia en tu biblioteca, pero ¡Claro! y no te culpo, porque a mí me pasó lo mismo, te resultó más fácil escuchar y caer en la trampa de charlatanes de feria disfrazados de religiosos que te mintieron y te engañaron, enseñándote doctrinas de hombres, doctrinas que nunca te tomaste el trabajo de averiguar si eran verdad. «Este pueblo de labios me honra, más su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres». Mateo15:8-9
Disculpa mi franqueza, quizás preferías no enterarte de las cosas que te cuento, pero lo hago por vos, no por mí. Sucede que te quiero ver en el cielo.
Mi única intención es que pienses, y que te preguntes ¿Qué quiere Dios de mí?
Para concluir, quiero contarte una historia que probablemente ya conoces, me pareció pertinente y apropiado hacerlo.
Su protagonista según cuenta la leyenda fue Alejandro Magno. Si es verídica o no, no viene al caso.
Todos conocemos la historia de este general macedonio-marcada por sus hazañas, como también por su fuerte personalidad.
«Cuentan que, en plena campaña conquistadora, llevan a la presencia de Alejandro Magno, a un soldado desertor para que lo juzgue. En aquella época, desertor, era sinónimo de enemigo y se lo consideraba digno de muerte. De hecho, su fin era el cadalso».
«Alejandro Magno, ante la presencia del aterrorizado soldado le pregunta, ¿Cuál es tu nombre soldado? A lo que este le responde temblando… Alejandro».
«Una vez más Alejandro Magno, muy ofuscado, le pregunta al soldado, pero esta vez con vos más alta y firme, ¿Cuál es tu nombre soldado? A lo que otra vez el soldado desertor le responde llorando y casi sin poder mantenerse en pie… Alejandro».
Alejandro Magno entonces, tomándose un tiempo que para el soldado fue interminable, le dice: «Escucha Alejandro…o cambia de actitud…o cambia de nombre».
El que tenga oídos para oír, que oiga.
Juan Alberto Soraire Un cristiano del montón
Juan Alberto Soraire
Maestro de Biblia por vocación y escritor de dos libros: “La Biblia y el Calefón” y “¡Maldito Legalismo!”. Es miembro de la 1ª iglesia Bautista de Lomas de Zamora desde hace más de 55 años. Casado, padre de cuatro hijos y siete nietos de los cuales también se siente con la responsabilidad de guiarlos a través del camino que la Biblia nos propone.
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