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¿Realmente queremos la voluntad de Dios?

23 de agosto de 2025
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Decimos que queremos la voluntad de Dios. Cantamos sobre ella. La predicamos. Oramos por ella. Pero siendo honestos —absolutamente honestos—, generalmente solo queremos la voluntad de Dios si coincide con la nuestra. En el momento en que Su voluntad nos llama a salir de nuestra zona de confort, a una obediencia que podría costarnos nuestras ambiciones, relaciones o conveniencias, nos estremecemos. Nos resistimos. Nos demoramos. Negociamos.

El factor ouch

Seamos sinceros: muchas iglesias que buscan a Dios están llenas porque nos dicen lo que queremos oír, no lo que necesitamos. Presentan el amor de Dios como una marca que nos hace sentir bien y omiten el llamado a morir al yo. Pero Jesús no dijo: «Sígueme y te concederé todos tus sueños». Dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame» (Lucas 9:23).

Ese no es un mensaje que atraiga multitudes a menos que el Espíritu Santo lo haga. Es doloroso. Es humillante. Mata el ídolo de la voluntad propia.

¿Podemos confiar en la voluntad de Dios?

¿De verdad creemos que Dios puede hacer cualquier cosa? No solo en teoría, sino también en nuestras decisiones cotidianas.

¿Creemos realmente que Su voluntad es perfecta, tan perfecta, que la nuestra no puede superarla? ¿Que él sabe lo que nosotros no, ve lo que nosotros no podemos ver y siempre tiene en mente lo mejor para nosotros, incluso cuando sus respuestas a nuestras oraciones parecen silencio, demora o negación?

Si oramos con los puños cerrados, intentando que Dios se ajuste a nuestros deseos, entonces no estamos orando, ¡estamos haciendo lobby! Y eso no es fe. Eso es manipulación.

Miedo: El saboteador silencioso

¿Por qué no queremos verdaderamente la voluntad de Dios?

Quizás sea miedo.

Tememos que el plan de Dios nos cueste algo que amamos demasiado como para renunciar a él. Tememos que nos pida perdón a alguien con quien preferiríamos seguir resentidos. Tememos que nos llame a servir cuando solo queremos ser notados. Tememos que nos rompa el corazón solo para reconstruirlo a su manera.

Tememos que, si nos rendimos, Dios no nos conceda lo que queremos. Pero la verdad es esta: a veces, lo que deseamos es precisamente lo que nos destruiría si Dios nos lo concediera.

Gracias a Dios por las oraciones sin respuesta.

Una mejor manera

¿Qué pasaría si dejáramos de intentar adaptar a Dios a nuestro plan y dejáramos que Él nos moldeara según el suyo? ¿Y si nuestra mayor alegría no residiera en hacer las cosas a nuestra manera, sino en caminar con Él, incluso cuando el camino sea doloroso, impopular o lento?

Ese tipo de rendición no surge de forma natural. Requiere oración, lectura de las Escrituras, consejo y, a veces, lágrimas. Pero es el único camino hacia la paz que supera todo entendimiento.

La voluntad de Dios puede no ser siempre “segura”, pero siempre es buena. Dejemos de pedirle a Dios que bendiga nuestra voluntad. Comencemos a pedirle que la someta a la suya.

Porque al final, la mayor tragedia no es que no obtuviéramos lo que queríamos. Es que nunca quisimos del todo sus planes para nuestras vidas y el destino divino que tenía para nosotros.

Por Jerry McGlothlin para christianpost.com

Jerry McGlothlin se desempeña como director ejecutivo de Special Guests, una agencia de publicidad conocida por representar a invitados que se dedican a ayudar a preservar y promover nuestra República Constitucional y a mantener una ética judeocristiana.

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