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Los milagros: ¿Excepción o regla general?

Por Fernando Rodríguez

12 de abril de 2025
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En un mundo que quiere explicarlo todo, donde la ciencia avanza y la tecnología nos asombra, todavía hay momentos que desafían toda lógica: enfermedades que desaparecen, protecciones inexplicables, respuestas que llegan justo en el momento preciso. ¿Coincidencia? ¿O hay algo—alguien—más grande detrás?

La Biblia está llena de historias donde Dios actúa de maneras que superan lo natural, pero ¿acaso esos milagros quedaron en el pasado? ¿O sigue habiendo un Dios todopoderoso que interviene hoy, aquí, en tu vida? Descubramos juntos por qué los milagros no son un mito, ni un error científico, sino la firma divina en un universo que Él mismo sostiene.

¿Fe o ciencia?

El concepto de milagro ha sido históricamente un punto de tensión entre la visión científica y la fe cristiana. Para la mentalidad moderna, acostumbrada a explicaciones causales dentro de un universo regido por leyes inmutables, los milagros pueden parecer una contradicción o incluso una imposibilidad. Sin embargo, la teología cristiana ofrece una comprensión más matizada que trasciende esta aparente dicotomía.

Desde la perspectiva de la fe, un milagro no es tanto una «violación» de las leyes naturales como una manifestación singular de la libertad de Dios para actuar dentro de su creación. Las leyes de la naturaleza, tal como las describe la ciencia, representan el orden regular establecido por Dios, pero este orden no agota la acción divina. El Creador, que sostiene el universo en cada instante, puede actuar de maneras que trascienden, sin necesariamente contradecir, los procesos naturales habituales.

Tres claves para entender los milagros en diálogo con la ciencia:

  1. Dios no es un interventor externo

La teología clásica sostiene que Dios actúa a través de la naturaleza, no contra ella. Un milagro sería entonces una acción divina que produce efectos extraordinarios utilizando, o redirigiendo, las potencialidades ya presentes en la creación. Tomás de Aquino en Suma Contra Gentiles lo expresó así:

Dios puede hacer lo que la naturaleza no puede, pero no como contrario a ella, sino como sobrepasándola

  1. Los milagros tienen un propósito revelador

En la Biblia, los milagros no son meros espectáculos sobrenaturales, sino signos que apuntan a una verdad más profunda. La curación de un enfermo o la multiplicación de los panes son gestos que revelan el amor y el poder de Dios, invitando a una respuesta de fe. Como explica Karl Rahner:

El milagro es la punta visible de un iceberg de gracia que siempre está actuando.

  1. La ciencia y los milagros no compiten en el mismo nivel

La ciencia estudia cómo funcionan los procesos naturales en su regularidad, mientras que la fe reconoce quiénes somos ante Dios. Un milagro no invalida las leyes científicas, sino que las sitúa en un marco más amplio de significado.

Por otro lado, si todo lo cognoscible surge de un principio inexplicable —dado que la aparición del espacio, el tiempo y la materia desde la nada no puede explicarse mediante las leyes físicas, sino que trasciende cualquier explicación naturalista—, solo cabe entenderlo como un acto que supera las categorías físicas ordinarias: un milagro fundacional y ha de entenderse por la fe.

Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. (Hebreos 11:3)

Es decir que si la existencia misma del cosmos es radicalmente un milagro, ¿por qué sorprendernos cuando fenómenos extraordinarios irrumpen dentro del orden natural ya establecido? La misma lógica que nos lleva a postular una causa trascendente para el universo, nos prepara para reconocer su acción libre dentro de él.

Como escribió el filósofo William Lane Craig: El Dios que creó el mundo puede ciertamente actuar en él de formas que reflejen su soberanía sobre las leyes naturales.

Esta perspectiva no invalida la ciencia, que estudia admirablemente los procesos regulares, pero sí nos recuerda que la racionalidad del universo apunta a una Razón más profunda. El milagro no es una «violación» arbitraria, sino la manifestación de que la creación está abierta a la libertad de su Creador.

Conclusión

Lejos de ser un obstáculo para el diálogo entre fe y razón, los milagros nos recuerdan que el universo no es un sistema cerrado. La ciencia, al descubrir las leyes de la naturaleza, nos muestra la sabiduría del Creador; la fe, al reconocer su acción libre, nos abre al misterio de un Dios personal que sigue escribiendo su historia de amor con la humanidad.

Imagen de Stefan Schweihofer en Pixabay

Fernando Esteban Rodríguez

 

Fernando Esteban Rodríguez es Orientador superior en teología y licenciado en Teología, graduado del Seminario Internacional Teológico Bautista SITB de Buenos Aires. Dirige el programa de estudios Prosigue a la Meta.

Es autor de cuatro libros: “Las Tablas y el Madero”, “De las palabras al Mensaje: Explorando las claves de la interpretación bíblica” “Apocalipsis, de la angustia a la esperanza” y “Creer con razón”.

/ferestebanrodriguez

 

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