Desde los himnos tradicionales judíos hasta los coros góspel de los afroamericanos, la adoración ha sido fundamental en el cristianismo. Este es un panorama general del desarrollo de la música cristiana desde la Iglesia primitiva hasta el siglo XX.
La noche en que Jesús fue traicionado, antes de dirigirse al Monte de los Olivos, cantó los himnos tradicionales, es decir, los salmos de la Pascua junto a Sus apóstoles (Mr 14:26). Pablo y Silas oraron y le cantaron himnos a Dios la noche que pasaron en la cárcel de Filipos (Hch 16:25). El apóstol invitó a sus hermanos en la fe de Éfeso y Colosas a alabar al Señor con salmos, himnos y cánticos espirituales (Ef 5:19; Col 3:16).
La música siempre ha sido un medio para adorar al Creador y ha llevado consuelo a los cristianos en diferentes circunstancias. Desde la persecución contra la Iglesia primitiva hasta la esclavitud de los africanos que fueron llevados a América, los himnos y canciones cristianas han acompañado a los creyentes, recordándoles la esperanza eterna que tienen en Jesucristo.
Con el objetivo de ver cómo el pueblo de Dios le ha cantado con perseverancia en las más desafiantes situaciones, presento aquí un breve recorrido histórico del desarrollo de la música cristiana entre el siglo I y principios del XX.
Orígenes de la música cristiana
Para remontarnos al origen de la música cristiana, tenemos que acudir a la cultura judía antigua. Como dicen Kurt Honolka y otros autores en Historia de la música: «la litúrgica musical de la sinagoga ha permanecido en la de la Iglesia cristiana». De esta se sabe que se basaba en los salmos y en otros textos bíblicos. De hecho, para la lectura de la Torá se utilizaban cantos que les ayudaban a recordar la sección que estaban leyendo y a transmitirla con un significado emocional específico. Asimismo, oraciones como el Shemá no se recitaban, sino que se cantaban.
La transmisión de dichas melodías se hizo principalmente de forma oral, por lo cual no hay partituras que nos puedan dar una idea de cómo sonaban exactamente en aquel entonces. Ocurre algo similar con los himnos y canciones de la Iglesia primitiva. Si bien ya sabemos que tenía una gran semejanza con la adoración judía, no existen registros que permitan conocer muchos detalles musicales sobre la adoración al Señor en esa época. Sería particularmente interesante entender de qué forma la cultura gentil comenzó a influenciar la adoración cuando recibieron el evangelio; seguramente fue hasta ese momento que muchos cristianos de trasfondo griego comenzaron a familiarizarse con la Torá.
Lo que sí queda claro es que los himnos de ese entonces reflejaban la devoción comunitaria hacia el Señor. Uno de ellos es el Gloria in excelsis Deo (en español, Gloria a Dios en las alturas), que al parecer data del siglo II. También se sabe, por medio de la Historia de la música de Henri Lavoix, que la adoración de los cristianos del primer siglo tuvo que ser opuesta al esplendor del Imperio que regía sobre aquella zona.
…mientras que Roma retumbaba por los cantos y los instrumentos, debajo de la ciudad, en las catacumbas, en los sitios apartados, perseguidos y martirizados, los cristianos rogaban a su Dios cantando, pero tan bajo, que nadie podía oírlos ni ha podido decirnos lo que cantaban. Aquellos humildes cantos, que se creen haber sido nomos griegos, mezclados con fórmulas hebraicas, debían hacer olvidar pronto la música antigua, tan pomposa y refinada. Los primeros siglos de la historia de la música cristiana están envueltos en la obscuridad.
El Volumen Historia de la música por Kurt Honolka, Henri Lavoix y otros. / Foto: Jhon Montaña
Antigüedad y Edad Media: ¿luces para alumbrar la oscuridad?
Para Lavoix, unos pequeños rayos de luz llegaron dos siglos después, cuando Ambrosio, el obispo de Milán, promovió el canto primitivo conocido como «ambrosiano», aunque no hay evidencias de que él lo haya creado. Sin embargo, es probable que haya sido el primero en organizar la música religiosa en Occidente y en hacer del ritmo una característica distintiva de aquel canto.
Ambrosio compuso Veni Redemptor Gentium (en español, Ven, Redentor de los pueblos) entre el 374 y 397 d.C. Dicho himno sería traducido por Martín Lutero al alemán y se le haría un arreglo para que un coro lo interpretara. Como lo denota el título de esa composición, los himnos de esa época se crearon en latín, la lengua oficial de la Iglesia católica.
Luego, como otro rayo de luz, cobraron importancia los cantos gregorianos en la Edad Media, especialmente entre los siglos IX al XII, hacia los países del oeste y el norte de los Alpes. Son un tipo de oración en latín sin acompañamiento instrumental que aún hoy se utilizan en algunas congregaciones católicas. En la actualidad, existen grupos de música sacra que buscan preservarlos, pues son la más antigua tradición musical de la Iglesia católica. Llevan el nombre del papa Gregorio Magno porque se cree que él promovió y codificó la música para crear una colección de esos cantos litúrgicos, pero, en realidad, fueron surgiendo a lo largo de los siglos y tuvieron diversas influencias musicales.
A pesar de que Lavoix catalogó aquello como «luces en la oscuridad», la traducción que Martín Lutero hizo del himno de Ambrosio es evidencia de que tal vez había otro tipo de oscuridad. Quizás no había una persecución a la fe cristiana que acechara a sus creyentes, y tal vez se componían himnos o cantos de una forma más ordenada. Sin embargo, no eran accesibles para los fieles. De hecho, es probable que fueran incomprensibles para ellos. En ese sentido, hubo una desconexión entre los cristianos comunes y la música sagrada.
Ambrosio compuso Veni Redemptor Gentium entre el 374 y 397 d.C. Dicho himno sería traducido por Martín Lutero al alemán.
Reforma protestante y renacimiento: cambios en los himnos y controversias
Debido al carácter «socializador» de la fe de la Reforma protestante, a partir del siglo XVI hubo una mayor participación de los creyentes en la adoración. Los reformadores creían que la sencillez y la accesibilidad debían caracterizar a la música religiosa, y querían aprovecharla tanto para enseñar la Biblia como para fomentar el poder transformador del evangelio. Por estos motivos hubo, en ese entonces, un aumento de himnos congregacionales en las lenguas más comunes de la época, e incluso Martín Lutero compuso muchos de ellos, como Castillo fuerte es nuestro Dios (en alemán, Ein feste Burg ist unser Gott) en 1529.
Castillo fuerte es nuestro Dios (en alemán, Ein feste Burg ist unser Gott) en 1529.
En los períodos del Renacimiento y el Barroco (siglos XVII y XVIII), los compositores de música cristiana desarrollaron muchos más elementos musicales, como El Motete (una breve composición musical para cantar en las iglesias, que regularmente se forma sobre algunas palabras de la Escritura), e introdujeron instrumentos en la interpretación de sus obras, innovando en la forma de componer. Algunos de los artistas más destacados de ese periodo fueron Johann Sebastian Bach y George Friedrich Händel, autor de El Mesías (1741).
Este tipo de cambios en los himnos generó oposición en contra de algunos autores algunos años más tarde. En A Brief History of Contemporary Christian Music (en español, Breve historia de la música cristiana contemporánea), el músico Paul Race cuenta que, en 1719, cuando Isaac Watts compuso Al mundo paz (Joy To The World), familiares suyos que se dedicaban a la música «pensaron que la línea melódica no tradicional era ofensiva». Además, Race menciona que el villancico Santa la noche (O Holy Night), que fue compuesto entre 1843 y 1847, «fue prohibido por «la iglesia durante años porque la melodía había sido escrita por un compositor de music-hall [Adolphe Adam] y la letra por un comerciante de vinos [Placide Cappeau]». Esto es difícil de asimilar, pues hoy son canciones muy tradicionales en todo el mundo.
Vale la pena resaltar el emblemático himno Sublime Gracia (Amazing Grace), escrito en 1772. Este es quizás el himno más famoso del mundo. Fue compuesto por John Newton para un sermón que predicó en su iglesia el 1 de enero de 1773. Es probable que mientras lo escribía, su pasado como traficante de esclavos pasara por su mente, sin saber ni suponer por un instante que un siglo después precisamente ese mismo mal de la esclavitud desencadenaría el surgimiento del género góspel.
John Newton.
Siglo XIX: esperanza aun en la esclavitud
En medio de la construcción de una nación al norte del Nuevo Mundo, miles de africanos fueron esclavizados y convertidos en la fuerza de trabajo de los campos de algodón, tabaco y maíz. Sin embargo, en medio de aquella tragedia, la Providencia de Dios actuó para el beneficio de Su pueblo, pues gran parte de esas personas oprimidas conoció el evangelio. John Punch fue bautizado en 1640, en el estado de Virginia: fue el primero de miles que vendrían.
Lastimosamente, el hecho de que algunos esclavistas hayan utilizado la fe para dominar a los africanos ha generado una perspectiva histórica negativa de esta evangelización. No obstante, muchos esclavos realmente encontraron en el cristianismo esperanza y consuelo en medio de su situación, así que el cantar a Dios se convirtió en el medio por el cual se aliviaban sus cargas y drenaban su dolor.
Además, en su continente de origen, los esclavos habían vivido en comunidad, y parte importante de su recreación eran la música y el baile. Así, en América empezaron a mezclar su fe con melodías pentatónicas y una variedad polirrítmica, inflexiones, sílabas extendidas y cuartos de tono. Su liturgia incluía exhortaciones, palmadas, bailes y el «call and response» (el cantante decía una frase y los demás respondían).
El Segundo Gran Despertar fue otro catalizador para el surgimiento de nuevos géneros musicales. El impulso de la fe cristiana llevado a cabo por predicadores como George Whitefield y Jonathan Edwards hizo que salmos e himnos cristianos, como los del compositor Isaac Watts, fueran conocidos por los esclavos.
Isaac Watts.
Entonces, la mezcla de sus tradiciones musicales africanas con elementos religiosos protestantes les dio origen a los espirituales negros a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Sin embargo, es importante mencionar que muchos esclavos también usaron algunas de las canciones para transmitir mensajes codificados con los que planificaban cómo escapar de los esclavistas. A esto se le llamó Veil. Así, fueron creando su propio cancionero.
Entre los artistas más importantes de los espirituales negros se encuentran Marian Anderson, Paul Robseon, Harry T. Burleigh y los Fisk Jubilee Singers, quienes contribuyeron para que el género se popularizara a nivel global.
Every Time I Feel The Spirit, por Fisk Jubilee Singers.
Siglo XX: dos tipos de góspel, un género relevante
La unión de la música espiritual africana, la folclórica europea y los himnos cristianos tradicionales ocasionaron el surgimiento de un nuevo género: el góspel negro (Black Góspel), el cual empezó a ganar terreno durante el siglo XIX. A los himnos religiosos, tan importantes por aquella época, se les hacían arreglos más dinámicos. A menudo los interpretaba un coro, mientras un líder hacía improvisaciones con versículos llenas de emoción y fervor. Se usaban instrumentos como el piano, el órgano y la batería.
El género se hizo más popular hacia la década de 1930 y se convirtió en un elemento característico de las iglesias afroamericanas. Se volvió tan popular e importante, que constituyó una influencia fundamental en la formación del R&B, el country, el soul y el rock n’ roll; a su vez, el góspel negro fue influenciado por el blues y el jazz.
Algunos de los artistas más representativos del góspel negro son Mahalia Jackson, conocida como la «reina de la música góspel», Aretha Franklin, Sister Rosetta Tharpe, Kirk Franklin y Edwin Hawkins, quien hizo un arreglo del himno cristiano Oh Happy Day (en español, Oh, día feliz), que terminó convirtiéndose en una de las mejores canciones del siglo XX.
Mahalia Jackson.
En contraste, un segundo tipo de góspel fue surgiendo de forma paralela entre la población blanca del sur y cobró fuerza en el siglo XX. Con un poco más de arraigo en la tradición sacra europea y fusionando la música country rural, en este se usaban armonías vocales más simples, arreglos e instrumentos tradicionales, como la guitarra, el banjo y el violín. Entre sus representantes, a quienes se les llamaba White Spirituals (en español, blancos espirituales), se encuentran The Carter Family y cantantes como Estil C. Ball, quien compuso la canción Want To Live (en español, Quiero vivir):
Quiero vivir cada día, Señor, una vida que sea buena y verdadera. Quiero caminar un camino santo como cristianos todos deben hacer. Y cuando al fin en la tierra del cielo una corona de vida llevaré seré bendecido. Viviré para ti en este viejo mundo con precaución. Siento mi necesidad de ti, querido Señor, cuando soy débil y viejo. No podría dar otro paso si tú no me
me guías.
E.C. Ball – I Want To Live (Country Gospel Music)
Un medio para recordar la esperanza
A través de este breve recorrido histórico entre los himnos cristianos de la Iglesia primitiva y el surgimiento del góspel, podemos notar cuán importante ha sido la música para que el pueblo de Dios viva su fe. Por supuesto, el objetivo principal de las canciones es ser medios para adorar y alabar, pero también, como es tan evidente en los Salmos, son un medio de expresión sobre las pruebas y dificultades; son una forma de recordar la esperanza en los momentos más difíciles.
George Matheson, ministro y compositor, creó un himno llamado O Love That Will Not Let Me Go (en español, Oh, amor que no me dejarás), justo después de que su esposa lo abandonó.
Los esclavos africanos llenaron de cantos sus jornadas de arduo trabajo, e incluso algunos de sus amos habrán entonado canciones en la iglesia al ritmo del góspel. Los cristianos mostraron su devoción en las catacumbas; Pablo y Silas adoraron en la cárcel, en medio de su prueba; Jesús lo hizo a la víspera de Su agonía. Todos estos medios y momentos los ha dispuesto el Señor para traernos Su luz en medio de las más densas oscuridades. Atendamos la invitación que se nos hace en Salmos 95:6-7 (RVR1960):
Venid, adoremos y postrémonos;
Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor.
Porque él es nuestro Dios;
Nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano.
Por María Paula Hernández para biteproject.com
Foto Nota: BITE