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Cristianos ¿Fans o fanáticos?

Por Por Juan Alberto Soraire / Un cristiano del montón

5 de agosto de 2023
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Probablemente, lo primero que vendrá a tu mente al leer el título de este posteo será:

¡Ni una cosa ni la otra! con lo cual yo podría estar parcialmente de acuerdo.

Un fan, no tiene nada de malo en sí mismo. Un fan es un seguidor entusiasta de alguien o algo. Un discípulo incondicional.

Fan, NO es sinónimo de fanático.

Un fanático, por su parte, es una persona que actúa con apasionamiento y entusiasmo ‘desmedido’ en la defensa de creencias u opiniones, especialmente religiosas o políticas.

 

El fan, suele unirse con otros fans con los cuales comparte un interés común. Su objeto de admiración y simpatía, suele ser una celebridad, una actividad, una idea política, un equipo de fútbol y casi cualquier cosa, incluida una creencia religiosa.

Los cristianos, de una forma u otra, formamos parte de un club de fans. Tenemos un líder a quien seguir y admirar, y nuestro objetivo es proclamar sus enseñanzas.

El problema se presenta cuando por alguna razón, cruzamos la frontera del fan y nos transformamos en fanáticos, en cuestiones religiosas o en cualquier orden de la vida.

Y lo hacemos, cuando nuestra actitud de admiración y simpatía, hacia lo que sinceramente creemos, en nuestro caso las doctrinas bíblicas, se perturba de tal manera, que no admitimos ni aceptamos pensamientos diferentes de otros cristianos.

Como consecuencia de ello, nos tornamos inflexibles, dejamos de lado la lógica, no prestamos atención al sentido común y nuestro modo de actuar se transforma en insolente y desmesurado. Todo lo solucionamos descalificando al otro.

Ahora bien, podemos llegar a comprender el entusiasmo que podamos tener algunos cristianos para comunicar el evangelio a otras personas, o para discutir acerca de la interpretación de diferentes doctrinas, pero todo tiene un límite que debemos respetar a la hora de presentar nuestros argumentos.

Existen dos formas de compartir nuestras creencias, con empatía cero, agrediendo a nuestro eventual interlocutor, o con amor y firmeza, emulando al mismo Jesucristo.

El principio que debe guiarnos en nuestras relaciones interpersonales es que Cristo murió en la cruz por todos los seres humanos, incluido aquel de quien piensas está equivocado.

Mis comentarios vienen a cuento por la agresividad desmedida que veo frecuentemente en las redes, de parte de algunos cristianos evangélicos, hacia los cristianos católicos.

Estos hermanitos, guiados quizás por un entusiasmo excesivo, contradiciendo lo que la Biblia les propone, suelen cargar la ametralladora del fanatismo y sin tener en cuenta quien pueda ser el receptor de sus dichos, aprietan el gatillo, y que caiga quien caiga. Si lo lastiman, mejor.

Tengo muy claro que debemos denunciar al pecado y llamarlo por su nombre, pero convengamos que hay muchas formas de hacerlo. No lograremos nuestro objetivo matando al eventual pecador, como parece ser que algunos pretenden hacer.

Convengamos que pecado y pecador no es lo mismo. Cuando estemos ante la presencia de Dios, porque todo llega, NO nos van a preguntar si somos evangélicos o si somos católicos, la pregunta será: ¿Quién es Cristo para vos?

No se trata de tirarle la Biblia por la cabeza a nadie, refregándole en la cara los errores doctrinales que estaría cometiendo, probablemente sin saberlo. Tampoco lograremos nada enumerándoles infinidad de versículos, particularmente del AT, y mucho menos fuera de contexto. Se trata de predicarles el evangelio, de la manera que corresponda y de acuerdo con las circunstancias.

¿Qué ganamos cuando agredimos las figuras e íconos que ellos veneran? Solo lograremos el rechazo. Una vez que te cerraron la puerta ¿Qué vas a hacer?

Si alguna vez te encuentras con alguien a quien amas, que sin saberlo está despeinado, ¿Qué le vas a decir? Sos un desprolijo, un sucio y un descuidado, o le vas a alcanzar un peine con la mejor de tus sonrisas. ¿Cristo que haría?

Tampoco se trata de pretender alejarlos de la congregación cristiana a la cual pertenecen, sino precisamente de lo contrario. Se trata de guiarlos e instruirlos con amor en la sana doctrina. Luego ellos se encargarán, con la guía de Dios, de transformar a sus amigos.

Te aseguro que en el Cielo te vas a llevar muchas sorpresas. Vas a buscar a algunos y no los encontrarás, y sí encontrarás a otros, a quien quizás alguna vez agrediste con tus dichos.

Sé que estoy caminando en el límite. Probablemente alguno de ustedes no esté de acuerdo conmigo, quizás otros sí. No sé. Alguno afirmará enfáticamente ¡Estamos llamando al pecado por su nombre! Te entiendo, pero ¡Cuidado cómo lo haces! De fan, a fanático, hay solo un paso.

Te propongo, porque yo también me hago cargo de mis errores, que recordemos juntos un consejo de Jesús:

«¿Y porque te preocupas por la astilla en el ojo de tu amigo cuando tú tienes un tronco en el tuyo?» ¿Cómo puedes decir?: “Amigo, déjame ayudarte a sacar la astilla de tu ojo”, cuando tú no puedes ver más allá del tronco que está en tu propio ojo. «¡Hipócrita! Primero quita el tronco de tu ojo; después verás lo suficiente bien para ocuparte de la astilla en el ojo de tu amigo». Lucas 6:41-42 (NTV)

«El que tenga oídos para oír, que oiga».

Juan Alberto Soraire / Un cristiano del montón

 

Juan Alberto Soraire 

Maestro de Biblia por vocación y escritor de dos libros: “La Biblia y el Calefón” y “¡Maldito Legalismo!”.  Es miembro de la 1ª iglesia Bautista de Lomas de Zamora desde hace más de 55 años. Casado, padre de cuatro hijos y siete nietos de los cuales también se siente con la responsabilidad de guiarlos a través del camino que la Biblia nos propone.

juanalbertosoraire@gmail.com

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