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La Libertad que NO LIBERA

23 de agosto de 2025

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Reflexiones sobre un país que canta independencia, pero vive en esclavitud moral.

“¡Somos libres…!” proclama con orgullo el himno nacional del Perú. Pero esa frase, que debería resonar con esperanza, hoy se siente vacía. Se vive en un país que canta libertad, pero se ahoga en cadenas invisibles: donde todo es permisible, nada es sagrado, lo bueno se relativiza, la verdad se comercializa… y se olvida la esencia del ser.

Mientras todavía se habla de libertad de expresión, se persigue la verdad que incomoda. La corrupción no solo habita en el poder sino que ya se ha instalado en la conciencia colectiva. Y es la corrupción: una pesadilla que se repite, que invade, salpica, crece y crece con sus propias formas letales de expandirse, sin que algo o nada la detenga.

Entonces ¿Cómo hablar de libertad cuando los poderes del Estado están carcomidos por intereses particulares? ¿Cómo soñar con justicia si la justicia misma se arrodilla frente al poder de turno y ante el “poderoso caballero don dinero”? La corrupción ha calado en los distintos estamentos del estado: en los gobiernos regionales, ministerios, en las agrupaciones políticas, fuerzas armadas y policiales, sectores empresariales, centros de formación académica, colegios, universidades. Y lo que agrava la situación es que se va normalizando cuando se dice: «roba, pero hace obras».

Muchos aceptan esas formas de vivir, permitiendo los tratos negociables o no, mientras que a otros les es indiferente, y se callan «para no complicarse la vida».

Un gran sector de la población ha caído en el conformismo o en el temor de salir a reclamar, por miedo a las represalias, a ser golpeado o eliminado y que las muertes vayan a quedar impunes. Y también, están quienes dicen ¿Qué se gana reclamando si quienes deberían liderar son los primeros en oprimir y ajustar las reglas de juego (las leyes) a su medida?

Por otro lado, los medios de comunicación manipulan la información según los intereses que se promuevan, decidiendo qué debe o no pensar la población. Las voces repiten lo que conviene a ciertos grupos. También la educación ya no enseña a discernir, sino a obedecer estructuras viejas y tendenciosas. Las instituciones educativas se han convertido en una cadena de producción de seres repetidores de conceptos que se olvidan fácilmente porque son innecesarios para la vida cotidiana o la realidad que el país demanda. Y así alejan las posibilidades de desarrollar capacidades de analizar, clasificar, filtrar o reflexionar en los estudiantes. 

Es como si el propósito, en el concierto maquinado de quienes lideran el país, fuera de llenar con desechos a costa de vaciar el alma. Consumir mucho, pensar poco. Comprar lo que no necesariamente se necesita. Ver más de lo que no edifica, desear lo que destruye.

¿Quién pues decide las prioridades? ¿Dónde está la libertad de elegir lo correcto? Todo se ha vuelto «normal». La verdad es flexible. El amor se reduce al deseo, rápido, desechable y renovable. El bien se vuelve subjetivo. Pero ¿habrá libertad donde el ser ha perdido el norte?

Y los cristianos ¿Dónde están? ¿son luz o se han agazapado entre el conformismo y el silencio? o ¿es que se han olvidado a qué han sido llamados?

Las iglesias evangélicas están llamadas a ser contraculturales. A no adaptarse, sino reformar. A no callar, sino denunciar. A no complacer, sino liberar. A no entretener, sino transformar. Si las iglesias dejan de ser proféticas, ¿Quiénes quedarán para anunciar la esperanza?.

Nuestra esperanza no está en partidos ni en discursos. Está en un Reino que no puede ser comprado, en un Rey que no miente ni negocia. Está en la verdad que salva, y en la cruz que libera. El Perú necesita hombres y mujeres de Dios que vivan con integridad, lideren con justicia, y amen con verdad. Y estén atentos para anunciar la real libertad: «Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». (Juan 8:32)

«Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad». (2 Corintios 3:17)

¿Somos libres? Solo en apariencia. Porque si la verdad se calla, si el poder corrompe, si el pueblo se duerme, y si las iglesias se acomodan… entonces no hay libertad. Pero si Cristo reina, si su Palabra guía, si el Espíritu vive…entonces hay esperanza.

Y la libertad… será verdadera.

Por Ana Consuelo Bazán Cerdán. Corresponsal de El Sello en el Perú.

Foto de Alex Aparicio: https://www.pexels.com

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