Generalmente, las «actividades de iglesia» ocupan una fracción mínima de nuestras agendas semanales, aproximadamente 3 o 4 horas de las 168 que conforman la semana, representando aproximadamente un 2% de nuestro tiempo. A pesar de esta proporción tan reducida, estas tareas suelen ser consideradas como los pilares fundamentales de la práctica cristiana actual.
Es como si el asunto más importante de nuestro ministerio cristiano se acabara una vez que abandonamos el local de culto cada domingo. En consecuencia, la expectativa para un cristiano comprometido es participar y servir activamente en las distintas iniciativas organizadas por su iglesia local, ya sea durante los servicios dominicales o en actividades entre semana. Este compromiso es anhelado por muchos, pero alcanzado por pocos, ya que, por diversos motivos, algunos creyentes no logran cumplir con estas expectativas de participación y otros incluso carecen del deseo de hacerlo.
Pregunto: ¿por qué no cambiar nuestra perspectiva del ministerio cristiano? Dado que el 98% restante de nuestro tiempo semanal se invierte fuera de las denominadas «actividades de iglesia», ¿Por qué no transformar ese extenso período de tiempo en la misión principal de la iglesia? En lugar de depender exclusivamente de unas pocas horas específicas para dedicarse al «servicio ministerial», ¿no sería más enriquecedor convertir ese 98% en una oportunidad constante para ejercer nuestro ministerio cristiano?
De este modo, cada creyente no tendría que esperar ocasiones puntuales para contribuir al ministerio, sino que podría integrar esta labor de manera continua en el 100% de su tiempo. Esta perspectiva abriría la puerta a que todos los creyentes sin excepción desarrollen un ministerio significativo a lo largo de toda la semana, desafiando la noción pobre, convencional y frustrante de que el ministerio solo se practica en el marco de las «actividades eclesiales».
Ocasionalmente, en mi ministerio pastoral me he encontrado con creyentes que experimentan frustración al no encontrar el lugar adecuado para servir «en la iglesia».
Procuro recordar a estas personas que, aunque el servicio en las «actividades eclesiales» es importante y necesario, la esencia del ministerio cristiano radica en comprender que este debe extenderse más allá de las cuatro paredes de nuestro lugar de reunión. Si nos consideramos ciudadanos del reino de Dios, nuestra misión consiste en ser embajadores y representantes suyos en cada faceta de la vida diaria: ya sea en las oficinas, las aulas, el hogar, el supermercado, el gimnasio o cualquier otro lugar de trabajo.
Tu ministerio cristiano no debería limitarse a unas pocas horas a la semana; más bien, debería enriquecerse al vivirse en cada aspecto de tu vida cotidiana.
Tu ministerio tendrá un impacto significativamente mayor si aprendes a vivirlo y desarrollarlo en tu entorno diario.
¡Dios quiere usarte mucho, más allá de las habituales «actividades de iglesia»! ¿De qué modo está impactando Dios tu entorno a través de ti en tu día a día? ¡Este es tu principal ministerio cristiano!
Por José Daniel Espinosa Contreras