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Cuando el árbol no te deja ver el bosque

Por Marcelo Laffitte

10 de noviembre de 2022
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«Déjate de embromar con los evangélicos…»

Un amigo, que vive entre libros y que tiene un par de títulos universitarios –es psicólogo y sociólogo–, me dijo un día: «La Iglesia evangélica no es para vos, Marcelo. No sos para ese ambiente… Déjate de embromar. Hay mucha mediocridad en torno a los evangélicos».

«¿Querés que te diga qué pienso de la Iglesia evangélica?», le respondí. «Pienso que quizás tengas razón en que haya mediocridad en nuestro medio». Es que la masa mayoritaria de cristianos evangélicos es gente sencilla. No todos entran en esta calificación, pero sí una buena parte. Debemos admitirlo.

1.- Salvo pocas excepciones, no pidas glamur en nuestros edificios…

2.- Ni excelencia en todas nuestras reuniones (algunas son muy largas y cansadoras, otras aburridas…)

3.- Ni mucho nivel en nuestros programas de radio… Sí, debemos corregir muchas cosas…

Y continué diciendo: «Pero la tarea que Dios le ha asignado a la Iglesia evangélica –y esto es la médula del asunto– es transformar el corazón de las personas, o sea, tomar personas con sus vidas destruidas y convertirlas en nuevas personas, con una nueva tabla de valores. Y llevarlas a un tremendo cambio de sus vidas por medio de Jesucristo, esto es, obtener la salvación por medio de la fe…»

Esa tarea no la puede llevar a cabo ninguna otra institución de nuestra sociedad que no sea la Iglesia cristiana. No lo puede lograr ni un foro de los más encumbrados psicólogos y psiquiatras… Ni los mejores sociólogos, ni los más brillantes antropólogos o filósofos, ¡nadie!

Y agregué: «Y esa es la tarea más alta del mundo, es la meta más importante de la vida». No hay objetivo más significativo que ese. Porque se trata de salvación o condenación eternas. El que decide cambiar obtiene la vida y el que se empeña en darle la espalda a Dios. Como dice la Biblia, es condenado eternamente.

Además, le dije, «la mayoría de los que se arriman a nuestras iglesias llegan muy lastimados, muchos son como desechos humanos. Otros, con el corazón lacerado por traiciones o pérdidas muy amadas. Y Dios los restaura. Dios los sana».

En esta sociedad que nos genera tantas lágrimas…

¿Dónde ir a llorar?

¿Dónde compartir un abrazo con otros?

¿Dónde poder escuchar unas sinceras palabras de aliento?

¿Dónde si no es en una iglesia cristiana?

«Un bar no es el lugar correcto. El sitio es la Iglesia de Jesucristo”.

Me escuchó con atención, pero estoy convencido de que, a pesar de toda su cultura e inteligencia, no me entendió. Lamentablemente, es así. Sencillamente, porque es un hombre sin fe que no conoce a Cristo.

Y la Biblia lo explica: «Pero el hombre natural (sin fe) no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente». (1 Corintios 2:14). 

Marcelo Laffitte

Reside en Buenos Aires, Argentina. Es periodista, escritor y editor. Fundó el Periódico El Puente, La Revista Infantil El Puentecito, la publicación para edificación cristiana Los Elegidos, la revista Plataforma, el Diario de la Mujer y fue Director de Medios Masivos de la Asociación Evangelística Luis Palau. Actualmente dirige M. Laffitte Ediciones. Está casado con Hilda y tiene tres hijas y tres nietas.

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