En medio de la rutina diaria, es fácil que cualquier área de nuestra vida caiga en un estado de estancamiento si no la alimentamos.
Puede ser tu trabajo, tu relación de pareja, tu ministerio, tus sueños o incluso tu pasión por servir a Dios. Es como una pequeña llama que arde en nuestro interior: si no le echamos leña, si no la cuidamos, corre el riesgo de apagarse. Y con esa llama apagada lo que queda es desánimo, apatía y una sensación de vacío que nos roba la fuerza para seguir adelante. Muchas veces no sucede de un momento para otro. Es algo que pasa de a poco, casi sin que lo notemos. El entusiasmo con el que comenzamos un proyecto, la pasión con la que servíamos, el amor con el que mirábamos a quienes tenemos cerca, todo eso puede ir enfriándose si no lo alimentamos con intención y entrega.
Imagina por un momento tu vida como una fogata. Al principio, el fuego arde con fuerza: todo es nuevo, todo parece posible. Las brasas se encienden con alegría y esperanza. Es el momento en que los sueños son claros y el corazón está encendido. Pero con el paso del tiempo, si no renovamos la leña, ese fuego comienza a debilitarse. Las llamas se apagan lentamente y solo quedan brasas, pequeñas, casi invisibles. Y si no hacemos nada, el fuego termina por apagarse del todo. ¿Te sentís así hoy? ¿Te parece que lo que un día ardía en tu interior se está apagando? ¿Sentís que el fuego de tu fe, de tu pasión, de tus sueños o de tu amor se ha reducido a un simple recuerdo?
La buena noticia es que el fuego del don de Dios sigue allí. Aún si solo queda un rescoldo, aún si la llama parece haberse perdido, el Señor puede volver a encenderlo. Solo hace falta una decisión: echarle más leña. Echarle más leña significa buscar la presencia de Dios como nunca antes. Significa volver a orar con un corazón sincero y hambriento. Significa abrir la Palabra de Dios no como un rito, sino como un alimento que da vida y fuerza. Significa volver a soñar con lo que Dios puso en tu corazón, porque lo que Dios sembró en vos no ha muerto. Está esperando que lo riegues, que lo alimentes, que lo cuides.
Quizá en tu trabajo comenzaste con entusiasmo, pero la rutina y los problemas te fueron apagando. Tal vez hoy te cuesta encontrar un propósito en lo que haces. Pero ¿por qué no buscar un nuevo sentido, una nueva meta? ¿Por qué no proponerte ser un canal de bendición para quienes te rodean? ¿Por qué no decidir que tu trabajo sea un lugar donde Dios se glorifique a través tuyo? Quizá en tu matrimonio o en tu familia el amor se fue desgastando. El tiempo, el cansancio, las obligaciones hicieron que el fuego se apagara poco a poco. Pero una palabra de aliento, un abrazo, un gesto de perdón, un acto de ternura puede ser la leña que avive ese fuego. No esperes un gran cambio de un momento a otro. Los fuegos grandes comienzan con pequeñas brasas encendidas, con pequeños actos que suman.
Quizá lo que se ha enfriado es tu relación con Dios. Tal vez antes te emocionabas al orar, al alabar, al compartir Su Palabra, y hoy todo parece rutina o carga. Pero Dios no se ha ido. Su Espíritu sigue allí, esperando que lo busques, que lo llames, que lo invites a encender tu interior una vez más. Quizá lo que se apagó fueron tus sueños. Esos proyectos, esos anhelos que Dios puso en vos y que dejaste a un lado por miedo, por cansancio, por los golpes de la vida. Hoy el Señor te dice: “aviva el fuego. Échale más leña. No abandones lo que yo puse en tu corazón”.
Y es que no podemos esperar que otros echen leña por nosotros. La Biblia nos dice: aviva el fuego del don de Dios que está en ti. No dice que lo hará el pastor, el amigo, el cónyuge o el hermano. Es un llamado personal. Es tu decisión. El Señor ya encendió la llama. Ahora nos toca cuidarla, alimentarla, hacerla crecer.
Hoy es el día de decidir que no vamos a dejar que el fuego se apague. Hoy es el día de levantarnos y echar más leña, de volver a arder por las cosas de Dios, por los sueños que Él nos dio, por las relaciones que nos confió, por el propósito que puso en nuestras manos. Con la ayuda de Dios, ese fuego volverá a arder, más fuerte, más puro, más lleno de pasión por Su propósito. Porque no estamos solos: el Espíritu Santo es el viento que sopla sobre esas brasas y las hace encender. Pero es tuya la decisión de buscarlo, de rendirte a su voluntad, de entregar el corazón y decir: “Señor, aviva el fuego en mí”.
Hoy es el día de una gran fogata. Hoy es el día de volver a soñar, de volver a creer, de volver a arder. No importa cuán débil sea la llama que aún queda: con Dios, puede convertirse en un fuego que ilumine, que caliente, que dé vida. Échale más leña. Vuele a soñar. Vuelve a arder.
(2 Timoteo 1:6)
Leandro Jesús Oviedo
Es comunicador, escritor y orador, con una vocación clara: inspirar a la generación actual a conocer y servir a Dios en todas las áreas de la vida. Fue ordenado como evangelista por sus apóstoles Sergio y Liliana Galetto del Ministerio Fuente de Vida. Es autor de los libros: “Descubre quién eres”, “El Café de cada día” y “El Poder de la Inspiración”. Conduce en redes sociales el programa “Entrelazados”, donde entrevista líderes de América y Europa con el propósito de ver unido al cuerpo de Cristo. Es conductor de “Afectados”, programa radial que se transmite por Radio Mitre (Cañada de Gómez). Comparte su podcast titulado “Más Profundo” ofreciendo reflexiones enriquecedoras para el alma. Leandro vive en San Genaro (Santa Fe, Argentina) con su esposa Elisabet y sus hijos Theo y Zoe. Su pasión por seguir a Cristo se refleja en su compromiso de compartir un mensaje transformador y edificante.