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La vida de John Stott: el hombre cuya ambición fue el Reino de Dios

31 de agosto de 2024
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Sin importar si la sociedad inglesa abandonaba el cristianismo, John Stott tuvo la convicción de que el mensaje de Cristo era relevante. ¿Cómo es que su influencia se extendió a lo largo y ancho del mundo?

Poco después de la muerte de John Stott, durante un servicio realizado en su memoria en Canadá, el gran teólogo inglés J. I. Packer dijo: «no solo fue un sabio, sino que fue un gran gestor de los eventos cruciales de nuestro tiempo». Luego se refirió a él como «el hombre más modesto de todos». A su vez, durante otro homenaje en Estados Unidos, el pastor y teólogo Timothy Keller expresó su deseo de que los líderes evangélicos jóvenes lo recordaran y estudiaran los resultados de su vida (Heb. 13:7), porque durante sus años como estudiante «su libro Cristianismo básico tuvo una influencia profundamente formativa» en él, así como luego lo tuvo su ejemplo de predicación y amor por la Palabra. Mientras tanto, en la ceremonia principal en su natal Inglaterra, representantes de Asia, África y Latinoamérica expresaban su admiración y agradecimiento hacia este siervo de Dios. Ciertamente su obra alcanzó e impactó a millones alrededor del mundo, y al estudiar su vida se puede ver no solo su desarrollo personal, sino el de la identidad evangélica contemporánea.

Pero ¿quién fue John Stott? ¿Quién fue este hombre tan humilde y a la vez tan reconocido? ¿Por qué jugó un papel clave en el desarrollo del evangelicalismo moderno, pero muy pocos lo recuerdan hoy en día? ¿A qué se debió que Billy Graham le dijera en una oportunidad “no hay hombre al que respete, ame, admire y siga gustosamente más que a ti”?

John Stott junto a Billy Graham. / Foto: TGC 2

Un futuro prometedor

Durante la vida de Stott, Inglaterra dejó de ser el imperio fuerte que dominaba el mundo, y eventos como la Segunda Guerra Mundial, el ascenso al trono de la Reina Isabel II, la fiebre por los Beatles, la revolución sexual, el gobierno de Margaret Thatcher, el auge del comunismo y la revolución tecnológica tuvieron lugar. Entre miles de otros cambios más, la sociedad occidental dejó el cristianismo de lado. Por eso, Stott y el mundo evangélico de este hemisferio enfrentaron la traumática tarea de responder a la pregunta: ¿cómo ser cristiano en una sociedad que ya no lo es? Él dedicó su vida entera a responder ese interrogante porque no estaba dispuesto a conformarse con un cristianismo irrelevante ni con un evangelio incompleto.

Para este presbítero anglicano, los evangélicos debían tener una cualidad distintiva: vivir bajo la luz de la cruz de Cristo y de todo lo que ello implica. Es decir, vivir amando a Dios por Su redención y procurando la redención del prójimo, siempre con base en las Escrituras. Sin embargo, no se limitó a escribir desde la comodidad de una oficina para lograrlo; tenía que actuar en grande. Por eso, uno de sus biógrafos dijo que él tuvo una «ambición piadosa». En palabras del mismo Stott, los cristianos pueden y deben ser «ambiciosos para expandir el reino de Dios».

Stott nació en la Inglaterra imperial de inicios del siglo XX, más precisamente en Londres, el 27 de abril de 1921. Su familia era adinerada. Su padre era agnóstico, pero su madre luterana le inculcó el cristianismo anglicano. Frecuentaban la iglesia del distrito de Langham Place, llamada All Souls. Cuando Stott creció, fue enviado a Rugby School, una de las más prestigiosas escuelas privadas del país. Allí las élites inglesas eran formadas en buenos modales, amor por su patria, lealtad a la Iglesia de Inglaterra, y liderazgo. El desempeño de Stott lucía prometedor y se podría decir que su posición en la sociedad inglesa estaba garantizada. Sin embargo, en esa misma escuela él tomó una decisión que lo cambió todo.

En 1938, Eric Nash, un anglicano evangélico, fue a esa institución a dar un sermón ante un público que incluía al joven John Stott. El propósito de Nash era visitar las escuelas más importantes de Inglaterra para expandir el evangelio entre los futuros líderes con la esperanza de que luego ellos influenciaran a la sociedad para Cristo. Aunque Stott experimentó la religión desde una corta edad, ese día entendió quién era Jesús, así que, a sus 17 años, se arrodilló al lado de su cama y lo invitó a su vida.

Al día siguiente, John escribió en su diario: «Hasta ahora, Cristo había estado en la circunferencia y yo no había hecho más que pedirle que me guiara en lugar de darle el control completo». A partir de ese punto, Nash se convirtió en su principal discipulador. Lo guio en las bases de un evangelicalismo fundamentalista, que busca tomar la Biblia lo más literalmente posible. Stott vio en esto la oportunidad de vivir la fe de forma fiel delante de Dios.

John Stott en su infancia.

Decepción familiar

En 1940, ingresó al Trinity College en la Universidad de Cambridge, pero la Segunda Guerra Mundial acababa de iniciar y en el país se estaban reclutando soldados. En ese punto, se enfrentó a un dilema: debía decidir entre servir a su patria, tal como había sido educado, o seguir su conciencia pacifista, convencido por las palabras de Jesús de dar la otra mejilla. Stott optó por lo segundo. Esto avergonzó y molestó mucho a su familia, especialmente a su padre, quien había sido un general médico del Ejército de la Realeza.

Además, para horror de sus padres, una de las razones para no ir a la guerra era que deseaba enlistarse en la vida de la iglesia, pero se suponía que alguien con su estatus no debía «descender» en la escala social de esa manera. Sin embargo, John estaba dispuesto a seguir su llamado a pesar de la humillación que esto le podría significar.

“Padre, quiero que te des cuenta de que yo debo seguir mi llamado. A lo largo de las eras, los hombres han enfrentado problemas similares, y aquellos que han cedido a la voluntad de la mayoría frecuentemente cayeron y nunca más volvieron a levantarse. Conozco suficiente historia para saber que los hombres que se levantan por sus ideales y ganan sus causas, en prosperidad o en adversidad, son los que hicieron del mundo un lugar mejor. No pretendo ser igual a los fuertes, pero busco seguir su ejemplo a mi sincera y humilde manera. No puedo hacer otra cosa y pido ser respetado. No pienses que voy a vivir una vida normal, pacífica, cómoda o programada. Me lanzaré a mí mismo, en cuerpo y alma, a la lucha por lo correcto”, le dijo.

Stott no había dejado de creer en el deber, pero ahora veía que el suyo y su lealtad estaban comprometidos con Cristo. Sin embargo, no logró convencer a su padre, para quien el futuro prometedor de su hijo, que antes había sido un orgullo, se tornó en una vergüenza permanente, pues se estaba conformando a una profesión de segunda categoría. Vio aquello como una decisión cobarde.

No obstante, durante los años de la guerra, hubo voces como las de C.S. Lewis que desde Oxford animaban a los estudiantes a mantenerse enfocados en sus estudios porque el mundo siempre estaría en crisis y cultivar la mente era una vocación cristiana legítima. Stott también apreció mucho a maestros como J. S. Whale, que le enseñaron a combinar la fidelidad a Dios con el éxito en el mundo de la teología en Cambridge.

Un joven John Stott. / Foto: TGC

Maestro, evangelista, ordenación y movimientos controversiales

En ese entonces, Stott destacó como estudiante. Normalmente trabajaba en sus deberes por ocho horas, y se sabía que algunos días lo hacía durante doce horas seguidas en su habitación. Además, poco tiempo después de ingresar a la universidad, recibió invitaciones constantes para dar clases de Biblia a los nuevos ingresantes. Logró muchas distinciones en sus estudios en francés y, posteriormente, en sus exámenes para ser ordenado ministro de la Iglesia de Inglaterra, hecho que ocurrió en diciembre de 1945, cuando tenía 24 años. Precisamente, empezó a servir en la congregación All Souls.

Sin embargo, nunca abandonó la enseñanza bíblica a los universitarios: mantuvo esa tarea por los siguientes 25 años de su vida. Durante ese tiempo, no solo visitó universidades en Inglaterra, sino también alrededor del mundo. Este ministerio le trajo mucho gozo por los frutos que veía en los jóvenes. Aunque ya para esta época se había distanciado un poco de la influencia de Nash y su estrechez doctrinal, aún mantenía la idea de que, para influenciar al mundo, era vital influenciar a los futuros líderes.

Stott consideraba que todo trabajo evangelístico era importante, pero consideraba que este tipo de evangelismo era particularmente importante. Llevando a cabo dichas visitas, conoció a Billy Graham y se convirtió en uno de sus mayores promotores en Inglaterra. Juntos realizaron incontables campañas evangelísticas para universitarios y forjaron una gran amistad.

John Stott estaba decidido a demostrar que el cristianismo no es una religión para las personas no educadas, sino que, por el contrario, es una fe que vigoriza la razón. Sus sermones (que se pueden encontrar en su libro ‘Cristianismo Básico’) eran claramente expositivos, pero sin dejar de ser intelectualmente respetables. Su propósito siempre fue predicar lo que dice la Biblia, teniendo en cuenta a qué audiencia se dirigía.

En la década de los 50, se dio una controversia con el fundamentalismo, el cual abogaba por una fe alejada de la academia y centrada únicamente en temas espirituales. Mientras tanto, Stott y Graham hicieron un frente común para defender una postura que fuera fiel a la revelación bíblica e intelectualmente sólida a la vez. Durante esta controversia, el liberalismo teológico también jugó un papel importante, principalmente porque la postura evangélica fue tomando forma propia al oponerse a dicha corriente.

Stott se convirtió en uno de los mayores promotores del evangelista Billy Graham, en Inglaterra.

Stott, Graham y otros evangélicos vieron en ese movimiento una renuncia a la ortodoxia bíblica, así que también se mantuvieron alejados. Esto resultó en tres puntos principales de diferenciación que los evangélicos defendieron:

  1. La naturaleza del sacrificio sustitutorio de Cristo por los pecadores.
  2. La infalibilidad e inerrancia de la Biblia.
  3. Que la gente estaba llamada a tener un compromiso decisivo con Cristo.

Los defensores del liberalismo teológico veían al evangelicalismo y al fundamentalismo como lo mismo. Fue entonces que J. I. Packer se posicionó como un respetado joven teólogo tras la publicación de su libro ‘Fundamentalism’ and the Word of God (en español, “Fundamentalismo” y la Palabra de Dios). Su meta era diferenciarse de las posturas más radicales y cerradas a otras ideas, sin caer en el liberalismo. Por su parte, Stott escribió cartas públicas en la revista Time para explicar por qué los evangélicos no eran fundamentalistas.

Rector de All Souls, la iglesia de su infancia

Mientras tanto, desde su ordenación, Stott también había estado sirviendo en su iglesia All Souls como parte del equipo pastoral. El pastor principal era Earnshaw Smith, un exmisionero que había servido en Nigeria por muchos años y que, en su tiempo como capellán, fue parte de la misma red cristiana universitaria en la que Stott servía. Durante el largo tiempo en el que lideró dicha congregación, la permeó con su visión evangelística y misionera. Era una clásica iglesia anglicana: guardaban la liturgia, usaban las vestimentas tradicionales, y hasta la arquitectura del templo evocaba un pasado glorioso.

Con el pasar de los años, la salud de Smith se fue deteriorando y Stott lo empezó a suplir cada vez más. Lamentablemente, falleció en marzo de 1950 y Stott se vio como el sucesor natural. Los congregantes, temerosos de que un no evangélico fuera puesto como ministro, le pidieron su permiso para nominarlo, pero él aceptó con convicción. Fue así como, tanto los feligreses, como el Patronato de la Iglesia All Souls solicitaron al Obispo de Londres y a la Corona que él fuera nombrado rector. Tres meses después, el Obispo y el rey Jorge VI aprobaron su nombramiento. De esa manera, a la insólita edad de 29 años, Stott inició su labor como rector de aquella iglesia en el corazón de Londres que lo vio crecer. 

La Iglesia All Souls, ubicada en Langham Place, Londres, Inglaterra.

Stott le aseguró a la congregación en la revista parroquial que él «nunca siquiera se había dispuesto a orar para recibir el privilegio de ser su nuevo pastor principal», pero que estaba dispuesto a desempeñar su rol con excelencia. Una semana después de su nombramiento, tituló su prédica sobre Hechos 2 “El manifiesto de los cinco puntos”. En ella, dijo a los feligreses que debían imitar a la iglesia retratada en ese pasaje, por lo cual, iban a priorizar el estudio, la comunión, la adoración, la oración y el evangelismo.

Unos meses más tarde Stott reforzó esta idea en la revista de la iglesia diciendo: «la pregunta que más me pesa en el corazón ahora es cómo alcanzar a las multitudes hambrientas que están sin Cristo. (…) Sin embargo, Dios nos ha encomendado el cuidado de 10.000 almas dentro de los límites de nuestra parroquia». En el sistema de la Iglesia anglicana, cada congregación tiene potestad dentro de cierto territorio asignado por los obispos, y él estaba dispuesto a dar lo mejor de sí para administrar con excelencia lo que se le había asignado. Su mayor influencia fue Richard Baxter con su libro ‘El pastor reformado’.

Stott estaba dispuesto a llevar un ministerio incansable. Su sueño era ver a cientos de personas de su territorio parroquial rendidas a Cristo. A su vez, empezaba a atesorar en su corazón la idea de influenciar a la Iglesia de Inglaterra en general. Al lograr lo primero, su parroquia sería un ejemplo a seguir para las del resto del país en cuanto a evangelismo y fidelidad bíblica, lo que, a su vez, llevaría a la nación entera a los pies de Cristo. En palabras de Alister Chapman, «este era un joven clérigo que estaba tratando de balancear la humildad cristiana con el deseo de usar sus talentos y dejar su marca».

En el sistema de la Iglesia anglicana, cada congregación tiene potestad dentro de cierto territorio asignado por los obispos. Este mapa señala el territorio asignado a la iglesia.

En el sistema de la Iglesia anglicana, cada congregación tiene potestad dentro de cierto territorio asignado por los obispos. Este mapa señala la territorio asignado a la iglesia All Souls.

Una visión puesta en marcha

Lo que Stott aplicó en su congregación fue lo que Tim Keller ha denominado ‘el modelo contemporáneo de una iglesia centrada en la ciudad’. All Souls empezó a realizar un servicio mensual evangelístico al que los miembros podían invitar a sus amigos inconversos, desarrolló programas de entrenamiento en evangelización para los miembros de la congregación, así como un ministerio de visitación. Se abrió un club de adolescentes y se fomentaban reuniones con estudiantes internacionales.

También inició eventos evangelísticos en la estación del subterráneo de su zona y servicios entre semana durante la hora de almuerzo para los trabajadores. Con los años, se logró abrir una casa en el barrio más pobre para brindar ayuda a la gente necesitada de la zona e incluso llegó a funcionar como un centro de cuidado de niños pequeños durante el día. De esa manera, John Stott pastoreó fielmente esta congregación durante alrededor de 20 años. Esta experiencia le sirvió tanto para su crecimiento personal como para ser legitimado frente a otros pastores como un teólogo que no se limitaba a su escritorio.

En el territorio asignado a All Souls Church, Stott aplicó en su congregación el modelo contemporáneo de una iglesia centrada en la ciudad.

Con toda la labor que cargaba, Stott optó por el camino de la soltería. Aunque, según sus propias palabras, consideró dos veces el ir tras una relación, en ambas oportunidades desistió. Ciertamente, no estaba en contra de la idea, pero, al parecer, el ejemplo de Nash pesó más, puesto que él decidió mantenerse soltero para dedicarse por completo al ministerio.

[Stott] halló la visión de Nash sobre la soltería en favor del ministerio más atractiva que cualquier mujer que él conoció y mientras más se adentraba en sus 20, él vio la libertad que esto le daba de poder trabajar extraordinariamente largas horas.

Ciertamente, el haberse mantenido soltero hizo posible que su ministerio se desarrollara en el exterior y que cumpliera sus intensos compromisos. Sin embargo, no se debe creer que Stott no descansaba. Aunque su vida estaba abocada al servicio de la iglesia, siempre estuvo consciente de que un cuerpo agotado no sería capaz de servirle a nadie.

En una oportunidad, un pastor le preguntó cómo evitó el agotamiento excesivo (burnout en inglés), a lo que contestó que era importante conocer las limitaciones humanas propias y aprender a depender de Dios. Contó que, aunque sí trabajaba larga y duramente, de igual manera se tomaba en serio su descanso; sus actividades favoritas fueron el avistamiento de aves y comer sus chocolates predilectos. Él contó que, mientras más estrés acumulaba en sus tareas, más prolongados eran sus días de descanso, y así regresaba más recargado al intenso servicio.

John Stott empezó su ministerio como pastor principal de All Souls en 1950. / Foto: Entre líneas

Violencia, drogas y promiscuidad: una sociedad en decadencia

La iglesia de Stott resultó muy exitosa en sus programas y el templo se mantenía lleno. Incluso, la nueva Reina Isabel II lo nombró como uno de sus capellanes vitalicios. Sin embargo, él no estaba satisfecho con los resultados porque aún mucha gente de su territorio parroquial se mantenía lejos de Cristo. No se contentaba con una iglesia llena: quería que en aquella zona se conociera el amor de Dios en Cristo. Quería presenciar un avivamiento en Inglaterra.

Uno de los grandes obstáculos fue la composición social de la iglesia. La gran mayoría eran personas de una clase media acomodada que poco tenían que ver con las clases populares de un considerable sector parroquial. Los profesionales no sabían cómo conversar con la clase trabajadora y Stott, habiendo estado casi toda su vida, rodeado de las altas clases, aún menos. Él intentó revertir esto, pero no tuvo mucho éxito. Uno de sus congregantes dijo que apenas notaba qué hacían las clases acomodadas porque «viven en un mundo completamente separado».

Más frustraciones se acumularon con la llegada de los años 60, tiempo en el que los fundamentos de la cristiandad empezaron a desmoronarse. La sociedad empezó a ver las referencias cristianas como anticuadas y ajenas. También fue una época de afluencia, en el que la gente estaba más interesada en ver cómo gastar su dinero que en pensar en el estado de su alma. Al mismo tiempo, la sociedad se volvió más permisiva y, en medio de la revolución sexual, el aborto se volvió la norma, hasta el punto de que doctores publicitaban dichos procedimientos en periódicos e incluso les pagaban comisiones a los taxistas por llevar mujeres a sus consultorios. El país estaba enfrentando una crisis de violencia, drogas y promiscuidad.

En esos años, All Souls recibió a Ted Schroder como uno de sus nuevos asistentes pastorales. Él llegó de Nueva Zelanda con ideas frescas sobre cómo implementar un acercamiento más relevante a la cultura. En un artículo de la revista de la iglesia dijo: «si no nos preocupamos por relacionar nuestra fe en Cristo con los problemas de nuestros días, seremos irrelevantes». Lo interesante es que Stott, a pesar de su posición y experiencia, demostró mucha humildad al disponerse a aprender de alguien más joven que él. Schroder le enseñó lo importante que resultaba la contextualización del mensaje para poder llegar a otras audiencias. Este aprendizaje en los inicios de una Inglaterra poscristiana resultó clave a largo plazo para el ministerio de Stott, especialmente en relación con el Sur Global.

Conforme los años pasaron, la carga ministerial de Stott fuera de su iglesia fue incrementando, al punto que no contaba con el tiempo suficiente para hacerse cargo de sus responsabilidades pastorales. Por eso, en 1969, le dijo al concilio de la congregación que quería retirarse, pues entendió que la voluntad de Dios era que se enfocara en sus otras tareas con más ahínco. Ese mismo día, el concilio aprobó por unanimidad su solicitud y, un año después, Michael Baughen lo sucedió en el cargo. Tiempo más tarde, Stott dijo sobre esta etapa que él «le dio a la iglesia todo lo que pudo».

En 1969, John Stott se retiró del ministerio pastoral para dedicarse a diversas labores que contribuirían a la edificación espiritual del pueblo cristiano.

El reto ministerial de la unidad

Su jubilación le permitió concentrarse en otras labores, como fomentar la presencia de los evangélicos dentro de la Iglesia de Inglaterra, tarea que había iniciado en 1955. Stott había formado la Eclectic Society para fomentar entre los jóvenes anglicanos una fuerte preparación teológica, con la esperanza de que luego se convirtieran en líderes dentro de la Iglesia de Inglaterra. Luego, en 1958, fundó el Concilio Evangélico de la Iglesia de Inglaterra (CEEC por sus siglas en inglés) con el propósito de unir a los evangélicos anglicanos y, de esa manera, tener una voz más fuerte dentro de la institución. Aquella causa sonaba noble, pero implicó muchísimo trabajo por la diversidad y recelos del mundo evangélico. Stott tuvo que lidiar con lo que él llamó «nuestra desastrosa desunión evangélica».

Sin embargo, el concilio duró muchos años y, con el tiempo, probó ser un buen lugar para alzar la voz dentro de una iglesia que se estaba dejando influenciar demasiado por el liberalismo y el catolicismo. Stott estuvo dispuesto a liderar ese difícil diálogo entre distintas tradiciones mientras que mantenía, en una mano, que la fe evangélica era la correcta, y en la otra, su disposición a aprender de otros. Todas las controversias de estas épocas se plasmaron en distintos sermones que luego fueron editados y publicados en su libro ‘Las controversias de Jesús’:

Nuestro deseo de entrar en diálogo (…) no significa que nosotros pensemos que todos los puntos de vista son igualmente válidos, o que todos los sistemas teológicos o eclesiásticos son igualmente agradables a Dios. Solo significa que nosotros, que sabemos que tendemos al error y estamos afectados por el pecado, deseamos unirnos en conversación con otros que están igualmente afectados, pero aún estamos dispuestos a aprender de la Biblia lo que Dios, por Su Espíritu, tiene para decirnos a todos.

A pesar de esto, a inicios de la década de los 80, el movimiento lucía fragmentado y preocupado por otros asuntos. Stott estaba muy desilusionado por los resultados y por el nuevo ambiente polarizado que había traído el ambiente político de la época, especialmente la primera ministra Thatcher. En 1981 cumplió 60 años y, obviamente, sus fuerzas no eran las mismas que cuando inició su proyecto de influenciar a la Iglesia de Inglaterra. Por eso, en 1984, dio un paso al costado del liderazgo del CEEC para concentrar sus fuerzas en proyectos en los que podría ser de más bendición. Sin embargo, los frutos de su labor se vieron más claramente en los años 90, cuando muchos evangélicos empezaron a tener puestos formales en la alta jerarquía de la Iglesia anglicana y la influenciaron bajo sus principios.

A pesar de las desilusiones propias de no alcanzar sus propósitos, Stott siguió soñando. Entendió que, si bien ya no tenía las fuerzas para seguir una carrera de largo aliento dentro de la institución eclesiástica inglesa, sí las tenía para concentrarse en la predicación y en la educación de los líderes que podrían influenciar a la sociedad en el largo plazo. Por ello, en 1982, creó The London Institute for Contemporary Christianity (Instituto de Londres para el Cristianismo Contemporáneo) con el fin de ayudar a cristianos profesionales a pensar bíblicamente sobre el trabajo y a tener una mejor presencia en ese ambiente.

A pesar de las desilusiones propias de no alcanzar sus propósitos, Stott siguió soñando. Enfocó sus fuerzas en la predicación y en la educación de los líderes que podrían influenciar a la sociedad en el largo plazo. / Foto: Entre líneas.

Inquietud social y trabajo internacional

En esos años, también escribió el libro ‘Problemas que los cristianos enfrentan hoy’, para fomentar la ambición por ver la influencia de Cristo sobre la sociedad. Él tenía en mente que, por más que el cristianismo se volviera un grupo marginal, eso no implicaba que fuera irrelevante. En los inicios de su vida cristiana, Stott había asumido que lo único que importaba era la salvación del alma de la gente. Ya para los años 60, se convenció de que el mensaje del evangelio y la Gran Comisión no solo buscaban el bienestar espiritual de la gente, sino su redención completa. Por ello, la acción social no era opcional.

Ese cambio en su manera de pensar vino por un misionero llamado Norman Anderson, quien argumentaba que la doctrina de separación del mundo no era bíblica. Estos también fueron los años en los que Martin Luther King Jr. fue asesinado y la inquietud por la acción cristiana en contra de la injusticia no se podía ignorar fácilmente. Stott entendía que, al optar por este tipo de lenguaje, podría hacer creer a muchos que él se estaba apegando a «la izquierda», pero creía que la postura política era lo de menos, porque lo que estaba en juego era en realidad el mensaje bíblico mismo.

Stott tenía claro que “sin buenas obras, el evangelio carecía de credibilidad”. Eso se refleja en una frase que dijo durante una ponencia en 1978 en la Trinity International University:

No estoy llamando a conformarnos al mundo, sino que estoy hablando sobre la insensibilidad de la Iglesia, cuando es trágicamente inconsciente y culpablemente indiferente al dolor y la agonía del mundo allá afuera. Prediquen a Jesús en Su totalidad y Su suficiencia. No solo Su mensaje, sino también Su estilo de vida. 

Después de su separación del CEEC, desde los 65 hasta los 85 años, su vida se enfocó en su ministerio internacional. De manera casi profética, Stott vislumbró que el futuro de la Iglesia estaba en el «tercer mundo», como se le llamaba entonces a lo que hoy conocemos como el Sur Global (África, Asia y Latinoamérica). Así que fundó el Langham Trust, un fondo que se encargó de financiar jóvenes evangélicos para que estudiaran Teología en el Reino Unido. Además, fundó el Evangelical Literature Trust (ELT), otro fondo que provee libros para pastores en países de escasos recursos.

Stott en Latinoamérica. / Foto: Entre líneas

En Latinoamérica, Stott visitó México, Guatemala, Costa Rica, Colombia, Perú, Ecuador, Argentina y otros países más. En esas visitas se ganó el respeto, cariño y admiración de cada persona con la que habló. La cercanía fue tal, que le gustaba ser llamado «tío Juan» y se preocupaba genuinamente por la vida de quienes lo rodeaban. Las anécdotas son cientas, si no, miles. Entre ellas, está la del teólogo ecuatoriano René Padilla, quien contó que se sorprendió una mañana al encontrar a Stott despierto, lustrando sus zapatos (los de Padilla) para las campañas evangelísticas que tendrían. Otra del Dr. Eugenio Green en Costa Rica, sobre cómo Stott desafiaba a los estudiantes en un curso intensivo durante la mañana y la noche a reconocer la centralidad de la cruz, meditar sobre el verdadero carácter de la iglesia de Cristo, y responder al llamado de no conformarse con el sistema del mundo.

Congreso de Lausana y un legado de ambición

Ahora bien, el mayor proyecto que lideró Stott fue el movimiento de Lausana. En 1974, con ayuda de Billy Graham, 2500 evangélicos de 150 países y 135 denominaciones se reunieron en la ciudad de Lausana, Suiza, para hablar de la labor misionera como evangélicos. En parte, este congreso se formó como una opción ortodoxa frente al Concilio Mundial de Iglesias (WCC por sus siglas en inglés). Esta organización se había alejado definitivamente de la ortodoxia al afirmar posturas universalistas que diluían el mensaje evangelístico de salvación.

Una tarea ardua, llena de conversaciones y debates con delegados de todo el mundo para llegar a acuerdos y declaraciones finales. Fue como si toda la vida de Stott lo hubiese preparado para desempeñar el rol de liderazgo en ese congreso. Se lograron muchos consensos y el texto final logró la aprobación de los delegados. Se hicieron afirmaciones sobre la autoridad de las Escrituras, la persona de Cristo, el Espíritu Santo, el conflicto espiritual, la cultura, el liderazgo y el evangelismo.

Stott en una reunión del Comité Ejecutivo de Lausana en Springfield, Missouri, septiembre de 1978. / Foto: Monument of Fame

En cuanto al evangelismo, se reconoció que el propósito principal era la salvación de las almas, pero a la vez se enfatizó que, por el bien del prójimo, la predicación debía ir acompañada de obras. De esa manera, el Pacto de Lausana se convirtió en lo más cercano que se tiene de una confesión evangélica universal de fe y práctica.

Muchas más cosas se podrían decir de la vida de John Stott: los detalles de sus cartas a sus opositores, sus frustraciones al no ver frutos en su labor, las alegres conversaciones con líderes y gente común en los países del llamado «tercer mundo», pero se podría decir que en cada acción que ejecutó tuvo el Reino de su Señor en mente. A pesar de haber alcanzado el punto máximo de su fama e influencia, buscó mantener su mira en la cruz y no en sus logros: «O bien nos gloriamos en nosotros mismos y en nuestros propios logros, o en Cristo Jesús y en su logro en la cruz. No cabe otra posibilidad».

John Stott (1921-2011).

Como dice Hebreos 13:7, debemos recordar a nuestros líderes y, considerando los resultados de su vida, buscar imitar su fe. Stott fue uno de los líderes de nuestra iglesia universal y, sin duda, enseñó fielmente la Palabra de Dios. Buscó vivir bajo la realidad de un Dios compasivo y lleno de gracia, y en la justicia de la cruz; fue un verdadero peregrino en esta tierra, un gigante de la fe que vivió en un pequeño apartamento en Londres, pero que amaba servir a sus hermanos alrededor del mundo con tal de expandir el Reino de Dios. Fue así como, el 27 de julio del 2011, Stott partió a la presencia de su Señor a la edad de 90 años.

Hoy, el tiempo sigue su marcha y el siglo XXI no se ha detenido. Como se dice popularmente, la pelota está en nuestra cancha. Está en nosotros, la iglesia presente, el seguir enfrentando con valentía y de la mano de Dios los nuevos retos que se nos presentan. ¿Nos conformaremos con un cristianismo sosegado e inactivo? ¿Cómo seremos pacificadores en un mundo polarizado? ¿Buscamos la gloria de Cristo y no la nuestra? ¿Cómo viviremos una fe fiel y un amor genuino por nuestro prójimo? Aún estamos en la búsqueda de estas respuestas, pero, en palabras de Stott, «es tiempo de ser ambiciosos por Dios».

Poco después de la muerte de John Stott, durante un servicio realizado en su memoria en Canadá, el gran teólogo inglés J. I. Packer dijo: «no solo fue un sabio, sino que fue un gran gestor de los eventos cruciales de nuestro tiempo». Luego se refirió a él como «el hombre más modesto de todos». A su vez, durante otro homenaje en Estados Unidos, el pastor y teólogo Timothy Keller expresó su deseo de que los líderes evangélicos jóvenes lo recordaran y estudiaran los resultados de su vida (Heb. 13:7), porque durante sus años como estudiante «su libro Cristianismo básico tuvo una influencia profundamente formativa» en él, así como luego lo tuvo su ejemplo de predicación y amor por la Palabra. Mientras tanto, en la ceremonia principal en su natal Inglaterra, representantes de Asia, África y Latinoamérica expresaban su admiración y agradecimiento hacia este siervo de Dios. Ciertamente su obra alcanzó e impactó a millones alrededor del mundo, y al estudiar su vida se puede ver no solo su desarrollo personal, sino el de la identidad evangélica contemporánea.

 

Foto de portada: Inger Castro

Por Renzo Díaz para biteproject.com

Referencias y bibliografía:

Godly Ambition, John Stott and the Evangelical Movement de Alister Chapman.

Christ the Cornerstone, Collected Essays of John Stott de Christianity Today.

Identidad evangélica: un llamado personal a la unidad, integridad y fidelidad de John Stott.

Llamados a ser diferentes de John Stott

Stott on the Christian Life: Between Two Worlds de Tim Chester

Obituary: THE REVD DR JOHN ROBERT WALMSLEY STOTT | Church Times

John Stott Has Died | Christianity Today

Contemporary Challenges to the Christian Church (1978) – John Stott | Trinity International University

Tim Keller speaks at John Stott’s US Memorial | Langham Partnership UK & Ireland

John Stott Memorial Service Sermon por Rev. Canon Dr. J. I. Packer

 

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