A propósito de lo sucedido con la boxeadora argelina Imane Khelif y la taiwanesa Lin Yu-ting, en ocasión de los Juegos Olímpicos de París 2024, y de la polémica surgida respecto a su sexualidad, resulta oportuno que, de una vez por todas, los cristianos, dejemos de mirar para otro lado, y reflexionemos seriamente al respecto.
Las diferentes comunidades cristianas, particularmente los cristianos evangélicos (el catolicismo romano se ocupará de lo suyo), asumen posiciones encontradas frente a la sexualidad de los seres humanos.
Si bien el común denominador en casi todos los casos es la desinformación, se destacan dos actitudes frente a este eventual problema.
Por un lado, están los que esconden la cabeza debajo de la tierra como el avestruz, y, por lo tanto, «de eso no se habla».
Por el otro, encontramos a los más beligerantes, quienes suelen cargar la ametralladora con ciertos versículos bíblicos, y al primer homosexual o sospechoso de serlo que se les acerca, lo ametrallan, sin importarles en lo más mínimo los daños colaterales.
Actuar como fanáticos (léase tarados espirituales), poniendo a todos dentro de una misma bolsa para luego patearla, no es lo más aconsejable a la hora de pretender predicar el evangelio.
Mezclar naranjas con peras, como si fueran lo mismo, no es la solución espiritual para nadie. La voluntad de nuestro Dios es muy clara respecto a las naranjas, pero debemos admitir que no lo es respecto a las peras, por más que retorzamos versículos para que afirmen lo que ya creemos de antemano.
Sabemos que La Biblia, presenta a la heterosexualidad (unión entre un hombre y una mujer), como la forma correcta de relación sexual entre los seres humanos, y que condena, las prácticas homosexuales, de la misma manera que lo hace con el adulterio y la fornicación.
Pero, también sabemos, que nada dice La Biblia, acerca de cuestiones biológicas, tales como la genética, las hormonas, los cromosomas, la neurobiología, etc.
Respecto al caso de las dos atletas a las que nos referimos, debemos destacar, que ambas poseen una condición sexual específica denominada «intersexualidad», de la cual me atrevo a asegurar, la mayoría de ustedes no tienen la menor idea de que se trata. BINGO
La intersexualidad, es una situación específica que caracteriza a algunas personas, las cuales nacen con particularidades sexuales, que no encajan con los conceptos típicos binarios de cuerpo masculino y femenino. Nos referimos a su anatomía, a sus órganos reproductivos, y a sus patrones hormonales.
Estas características, son variables, no siempre son evidentes, y nada tienen que ver con la homosexualidad, la transexualidad, el movimiento LGTBTIQA, la elección de género, ni nada por el estilo.
Todos sabemos, o deberíamos saberlo, que el sexo biológico de los seres humanos está dado por los cromosomas sexuales que posean en sus células. Las hembras poseen dos cromosomas X, mientras que los machos poseen uno X y otro Y, que los identifica.
En los estados de intersexualidad, estos cromosomas pueden mezclarse, apareciendo combinaciones no esperadas de ellos, tales como la variante XXY.
Estas personas, sin duda «especiales», pueden nacer con órganos sexuales femeninos y masculinos al mismo tiempo, pueden estar atrofiados, o desarrollados completamente. Su apariencia externa puede tender a ser masculina o femenina.
La intersexualidad, no es una enfermedad, y nada tiene que ver con el género ni a la orientación sexual de las personas, sino que es una disposición genética que poseen estas personas, desde que son concebidos. Lo mismo podríamos decir de una persona de piel negra, blanca o amarilla.
A ver si queda claro, …no hay ningún «pecado» de por medio.
Las atletas mencionadas, son consideradas por sus detractores, como mujeres transgénero, sin embargo, ellas se consideran cisgénero, es decir, personas a las cuales se les asignó el género femenino al nacer por su apariencia externa, y que se identifican y expresan como tal.
En ocasión de los Juegos Olímpicos de París 2024, el órgano deportivo organizador, decidió definir el sexo de estas, acudiendo a sus pasaportes.
Otro organismo deportivo, también de nivel mundial, adujo que esto es un error, y que se debería haber definido su sexualidad, a través de un análisis de sangre.
La pregunta que cabe sería, ¿Qué debemos hacer los cristianos cuando estas personas se acerquen a nuestros templos? ¿Deberemos solicitarle su documento, o un análisis de sangre? La Biblia no lo especifica.
¿Y qué deberíamos hacer si es un homosexual, hombre o mujer, el que se acerca a nuestro templo? ¿Lo matamos para que no sufra? ¿Qué haría Jesucristo?
Hay muchos versículos en La Biblia que se refieren a la homosexualidad, pero ninguno habla de la intersexualidad.
Les dejo uno en particular, y mis disculpas si alguno de ustedes se siente involucrado, obviamente, no soy el autor de este.
«Ustedes…no se equivoquen; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios». 1 Corintios 6:9-10
Un viejo dicho nos recuerda, que, «cuando acusamos a alguien con un dedo hacia adelante, hay otros tres dedos que nos apuntan a nosotros». Para pensarlo
Juan Alberto Soraire. Un cristiano del montón
Les recuerdo que tengo a la venta mis dos libros, “Maldito Legalismo” y “La Biblia y el calefón”. Si les interesan no dejen de comunicarse conmigo.
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Juan Alberto Soraire
Un cristiano del montón. Maestro de Biblia por vocación y escritor de dos libros: “La Biblia y el Calefón” y “¡Maldito Legalismo!”. Casado, padre de cuatro hijos. Tiene siete nietos de los cuales también se siente con la responsabilidad de guiarlos a través del camino que la Biblia nos propone.
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