¿Alguna vez has sentido que todo el tiempo tienes prisa? ¿O que no importa cuánto dediques a todo lo que tienes que hacer, los pendientes siempre se siguen acumulando? Es una sensación muy abrumadora.
Muchas veces, erróneamente, he sido de la idea de que todo es urgente. Me llegó un mensaje de texto o un correo, ¡tengo que contestarlo! Se desacomodó mi escritorio, ¡tengo que ordenarlo antes de continuar trabajando! Esta actitud me ha llevado a pasar mucho tiempo solucionando cosas que realmente no eran tan importantes aunque tenían la sensación de urgentes.
Hace poco escuché a una persona decir que debemos aprender de cómo Jesús hacía las cosas. Siempre estaba ocupado, pero nunca apurado, estresado o ansioso. Cuando le dijeron que su amigo Lázaro estaba enfermo, tardó un par de días en ir a visitarlo. Cuando supo que la hija de Jairo estaba enferma, caminó hasta su casa para ir a buscarla.
Jesús conocía los tiempos de Dios y cómo Él estaba en control de todo. No tenía que estresarse pensando en cómo irían a salir las cosas y de qué manera las haría para alcanzar a hacer en el día todo lo que tenía que hacer. Ni siquiera se estresaba por el dinero o la comida, a pesar de que no tenía dónde recostar su cabeza. Somos nosotros con nuestra tecnología, nuestros celulares y nuestras agendas saturadas los que hacemos así. Pero la ansiedad y el estrés, así como otras faltas de fe, son pecado.
Filipenses 4:6 nos llama a no estar ansiosos por nada sino más bien orar por todo. La ansiedad no es un sentimiento inocente, sino un arma poderosa que busca nuestra destrucción. Debemos ponerla constantemente en las manos de Dios a través de nuestra oración. También vigilarla duramente en nuestras vidas, detenerla desde el primer pensamiento. El Señor está de nuestra parte, cuida de nosotros y nada nos faltará.
Vestidos como lirios
Jesús nos enseña en Su Palabra que Él es quien alimenta a las aves del cielo y viste a los lirios del campo. Si puede vestir tan majestuosamente a una pequeña flor, cuánto más va a cuidar de Sus hijos. Así que no tenemos de qué preocuparnos (Mateo 6:25-31).
Seamos pacientes, vivamos un día a la vez. No tenemos que comernos el mundo entero en un solo día. Siempre habrá tantas cosas por hacer. Pero aprendamos de Jesús, quien se ocupó de pasar tiempo con la gente, de conversar con otros y enseñarles. Él se tomó el tiempo para conocer a sus discípulos íntimamente. Y cuando tengamos más cosas que hacer que horas en el día, preguntémonos, ¿qué es verdaderamente lo importante?