¿Alguna vez te preguntaste cómo sería vivir en la calle? ¿Alguna vez te preguntaste que se siente al mendigar comida? ¿Alguna vez te preguntaste qué harías si necesitas un baño para hacer tus necesidades, y no lo tienes?
¿Alguna vez te lo preguntaste?
No resulta fácil responder estas preguntas, particularmente si nunca hemos necesitado de nada.
Lo cierto es que existen mitos acerca de las personas que mendigan comida o que duermen en la calle, fábulas que suelen ser alimentadas por nuestros prejuicios, y que influyen negativamente en la percepción que tenemos de ellos.
Solemos calificarlos o, mejor dicho, descalificarlos, de diferentes maneras: es un alcohólico, es un drogadicto, es un vago, seguro que no le gusta trabajar, está ahí porque quiere, o… por algo será, que se encuentra dónde está.
Muchos de nosotros, probablemente con el objeto de tranquilizar nuestra conciencia, cuando nos encontramos con alguien durmiendo en un agujero, o nos pide un peso por la calle, solo se nos ocurre clamar al Cielo ¡Señor bendícelo!, que no está mal, pero convengamos que tiene gusto a poco, no es suficiente.
Recuerdo aquella historia, en la cual una persona había caído a un pozo y desde el fondo de este, a los gritos, solicitaba ayuda. Un cristiano que pasaba por el lugar escucha los gritos del infortunado ¡Ayuda por favor!
Sorprendido, se acerca al borde del pozo, se asoma, ve al caído, y seguramente bien intencionado, con su corazón compungido, dirigiéndose a él, abre su Biblia en el libro de Nahúm 1:7, y lee a viva voz: ¡Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían!
El accidentado, parece no haberlo escuchado, porque una vez más se le oye gritar ¡Ayuda por favor!
El cristiano, convencido que no había sido escuchado, repite, pero esta vez a los gritos, el hermoso versículo de Nahum: «Jehova es bueno…bla bla bla…», que ya leímos.
Y desde el fondo del pozo, se escucha una vez más la voz del necesitado, que también gritando dice: «Sí, te escuché, después lo conversamos, pero lo que ahora necesito es una soga».
«…supongan que ven un hermano o hermana que no tiene que comer ni con que vestirse y uno de ustedes le dice: Adiós, que tengas un buen día, abrígate mucho y come bien, pero no le da ni alimento ni ropa ¿Para qué le sirve?». Santiago 2:16
La pobreza, en sus infinitas manifestaciones, nunca estuvo en los planes de Dios para quien es su creación predilecta: el hombre. De hecho, los primeros dos capítulos de Génesis, y los últimos dos capítulos de Apocalipsis, lo certifican y atestiguan.
De ninguna manera estaba en los planes de Dios, que el hombre sufra.
La pobreza no es un fenómeno moderno, es un problema complejo que tiene múltiples causas, económicas, sociales, políticas y ahora, ambientales.
La propia Biblia menciona explícitamente algunas de ellas.
Guerras, opresión económica, gobiernos corruptos, líderes nefastos, injusticia social, discriminación, migraciones forzadas y otros. Como vemos, nada nuevo bajo el sol.
Llamativamente, cada uno de los motivos aludidos tienen un responsable, el hombre, el cual está íntimamente involucrado en cada una de las causas mencionadas.
La Biblia denomina a esta anomalía por parte de los seres humanos, como «pecado», que no significa otra cosa que estar alejado de Dios, pero no es el tema que hoy nos ocupa.
Queda claro, que individualmente no vamos a poder solucionar el problema de la pobreza, pero La Biblia tiene instrucciones muy precisas para nosotros los cristianos, relacionadas con los pobres.
«Dale al pobre con generosidad, no de mala gana, porque el Señor tu Dios te bendecirá en todo lo que hagas. Siempre habrá pobres en la tierra, por eso te ordeno que compartas tus bienes generosamente con ellos y con otros que pasen necesidad». Deuteronomio 15:10-11
«Si alguien tiene suficiente dinero para vivir bien y ve a un hermano en necesidad, pero no le muestra compasión, ¿Cómo puede estar el amor de Dios en esa persona?».
1 Juan 3:17
Oportunamente, Jesús, describiendo lo que sucederá en los últimos tiempos, refiriéndose a un juicio final, contó la siguiente historia, en boca de un Rey, quien irónicamente plantea lo siguiente:
«… porque tuve hambre, y me diste de comer; tuve sed, y me diste de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubriste; enfermo, y en la cárcel, y me visitaste. Entonces ellos, los interlocutores, sin entender a que se refería, le respondieron diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo o enfermo, y no te servimos? Entonces el Rey les respondió diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hiciste a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hiciste».
Mateo 25:35-40
Por lo tanto, cuando salgas a la calle y hace frío, y te encuentres con alguien que puede necesitar lo que a vos te pueda sobrar, o no, no lo dudes, probablemente Dios te esté poniendo a prueba.
Podes ayudar a tu prójimo de muchas maneras, porque además de ofrecerle comida caliente, abrigo o dinero, podes brindarle tu compañía, tu charla, tu consuelo e inclusive tu consejo.
Te aseguro que te vas a sorprender, porque las cosas no siempre son como te lo imaginas.
Y si tienes tu Biblia a mano, podrás también acercarle el consuelo de Su creador, que lo ama, y que te ha elegido a vos como el medio de llegar a él, que no es poco.
Por último, te dejo este versículo para que reflexiones.
«No se olviden de la hospitalidad, porque por ella, algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles». Hebreos 13:2
Juan Alberto Soraire. Un cristiano del montón
Les recuerdo que tengo a la venta mis dos libros, “Maldito Legalismo” y “La Biblia y el calefón”. Si les interesan no dejen de comunicarse conmigo.
Podrán ver de qué tratan, en la pestaña del BLOG, “Mis libros”
Juan Alberto Soraire
Un cristiano del montón. Maestro de Biblia por vocación y escritor de dos libros: “La Biblia y el Calefón” y “¡Maldito Legalismo!”. Casado, padre de cuatro hijos. Tiene siete nietos de los cuales también se siente con la responsabilidad de guiarlos a través del camino que la Biblia nos propone.
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